Sheinbaum.

El próximo 1 de octubre tomará posesión como la primera presidente de nuestra nación la Dra. Claudia Sheinbaum quien, independientemente a las varias implicaciones políticas que esto puede tener, ella misma (Fernández, 2024) ha manifestado que no tiene una afiliación religiosa, por lo que muchos han hecho llegar a un servidor preguntas respecto de la actitud que debemos tener a un gobierno que, de primera ya es controversial políticamente, ahora pareciera que no tomará en cuenta los límites morales que la fe ha puesto tradicionalmente en nuestros demás gobernantes, indistintamente del color partidista que los representaba.

Por este preciso motivo es que redacto estas líneas, a modo de reflexión para todos nosotros como ministros y laicos -creyentes que no ejercen un cargo ministerial-. Mi deseo es que pueda extenderles, a título personal, pero también en nombre de nuestro grupo de estudio, que sí tenemos una genuina preocupación por el camino que tomará nuestro país pero, adelantando las conclusiones a las que hemos de llegar en un par de párrafos, también confiamos que Dios está por encima de todo ello.

Creo que está de más recordarlo a los lectores regulares pero, en el caso de que alguno esté aquí por primera vez; en primer lugar, bienvenidos y, en segundo, Teología Para Todos no está afiliado a ningún partido o causa política, por lo que todo que se comenta, aparte de ser responsabilidad de quien escribe, no deben entenderse como si estuviesen alienadas a alguna postura ideológica. En todos los casos, este es un sitio de teología y, ergo, aún los asuntos de actualidad y política son vistos a la luz de las Escrituras. Júzguese si eso es suficiente imparcialidad y objetividad. 

Se levantó sobre Egipto un nuevo rey que no conocía a [Dios]…

Estudiando las Escrituras, hallaba yo una similitud entre las preocupaciones de algunos hermanos -incluido su servidor- con el famoso relato del segundo libro de las Escrituras. En él, Moisés describe un escenario tétrico para el pueblo que siempre fue respetado por las grandes obras que Dios había mostrado entre israelitas y egipcios por igual (Gn. 41:38, 42-45, 57; 50:22-26), pero que rápidamente cayó en penuria cuando «se levantó sobre Egipto un nuevo rey que no había conocido a José» (Ex. 1:8).

Sin lugar a dudas, nuestro país ha tenido muchos de esos episodios donde, a pesar del indiscutible lazo que la iglesia ha tenido con el oficio del poder como consejero moral y soporte espiritual, se levantan reyes -o dictadores, en las repúblicas- para censurar la labor eclesial. Victoria y Guerrero, Juárez y Lerdo, Carranza y Calles son solo ejemplos de personajes mexicanos que, de algún modo u otro, tomaron decisiones que separaron más y más las relaciones -sanas o no, cada quien juzgue- que la iglesia y el Estado sostenían. Consecuencia de lo anterior, varias políticas a las que la iglesia se oponían -por razones bíblicas- tomaron efecto y partido, de modo que el humanismo, el progresismo y las agendas modernistas encontraron su descanso en la silla, mientras la moral solo se escuchaba en la misa dominical.

A opinión de cada quién, vivimos en un país laico -que no debe confundirse con un país ateo (Blancarte, 2013)-, lo que implica mayoritariamente que los oficios sagrados -o, dicho coloquialmente, la religión- no deben ser administrados ni relacionados con la administración pública. De este modo, podríamos argumentar que el presidencialismo ya tiene varios años que cumple con el texto del Éxodo. Tanto así, que México es de esos contados países donde no se juramenta al ejercer un cargo público -como en Estados Unidos, el Reino Unido, Argentina o El Salvador-, sino que se protesta.

Concluyendo, entonces, ¡claro que es preocupante que el Estado -no solo una persona- ignore las Escrituras al ejercer el poder! ¡Es Dios quien les dio esa tarea (Ro. 13:4)! El vivir en una república donde nuestros gobernantes no se someten a Dios como lo hacen a las leyes humanas debería ser ya suficiente alarma para que nosotros, como iglesia, estemos siempre velando por los intereses del Evangelio -esto es, la expansión del Mensaje de Cristo- en todo momento. Jamás olvidemos que nuestra primera patria no es la terrenal, sino la celestial (Fil. 3:20) y, como embajadores de la misma (2 Co. 5:20), el interés que debemos defender no es el de la bandera bajo la que marchan ellos, sino bajo la que predicamos nosotros (1 Co. 2:2).

Hermanos, no olviden que el gobierno no lo conforma una persona sino, en el caso de México, seiscientas treinta y ocho personas; esto es, el presidente, quinientos diputados, ciento veintiocho senadores y -por la reforma judicial- nueve ministros. Por todos y cada uno de ellos debemos preocuparnos y orar (1 Ti. 2:2), pues quizás hoy nos cayó el veinte de que puede haber personas sin conocimiento de Dios en el poder pero, ¿cuántos inconversos más hay el día de hoy tomando las riendas de nuestro amado México?

Los israelitas clamaron…

Ahora bien, volviendo al asunto de la Dra. Sheinbaum, ¿qué nos resta como creyentes ahora que llegará una mandataria atea a dirigir las aras de la nación? Para todos, simpatizantes y opositores, nos queda orar a Dios. La historia de los israelitas continúa con el dolor que sufrieron por la esclavitud a la que estaban sometidos (Ex. 2:23).

Ahora, quiero ser cuidadoso al acercarme a este versículo en particular. Los comentaristas y teólogos no parecen coincidir del todo si el vocablo יֵּאָנְח֧וּ (yeonú) significa que clamaron a Dios o simplemente se lamentaban de la situación en la que se encontraban. Y, para efectos prácticos, considero que ambas posibles interpretaciones aplican en nuestro caso; pues sin duda todos clamamos a Dios y vemos con dolor el país en el que vivimos desde hace ya varios años -la cuenta queda a la prudencia del lector-.

Orar es un privilegio (Sal. 34:15; He. 4:16; 1 Pe. 3:12), una responsabilidad (Stg. 4:8), un derecho (1 Jn. 3:1, 3 cp. He. 12:22-23) y una obligación (Col. 4:2; 1 Ts. 5:17). Y si nosotros, como cristianos, confesamos esta verdad, entonces no debe ser una sorpresa que la primera reacción que debemos tener a una situación como la que nos encontramos sea clamar a Dios.

Y, claro, es justo preguntarse ¿qué debemos pedir a Dios? Honrando que no debemos actuar con parcialidad y maldad hacia el prójimo (Gal. 6:10) y menos cuando los llevamos en oración al Todopoderoso, nuestras peticiones deben alinearse con las peticiones que hallamos en la Palabra. En ella, se pidió primeramente por la salvación (Sal. 2:10-12; Ro. 10:1; 1 Ti. 2:1; cp. Jn. 1:12; 13:35; Ro. 10:13; 2 Pe. 3:9) y, ¡qué gran testimonio sería que, durante su administración, Dios le conceda la salvación a la primer mandataria de nuestra nación! Sería, sin lugar a dudas, una gran victoria en favor de la causa de Cristo -no por su posición, sino por su arrepentimiento (Lc. 15:10)-, y un motivador enorme a entender ese concepto que amo repetir una y otra vez con ustedes, Dios es Soberano, ¡la Salvación es del Señor! (Ex. 15:2). Claro que, para esto somos llamados a que los mensajeros tengan puertas abiertas -y la valentía- para hacer llegar el Mensaje de Salvación (Col. 4:3; 2 Ts. 3:1-2). 

Sumado a lo anterior, debemos orar para que los gobernantes sean sabios (Dn. 2:21 cp. 2 Cr. 1:10), que sean conscientes de la Soberanía de Dios (Pr. 21:1), que sepan mantener al país en paz y con bienestar (Jer. 29:7), que puedan rodearse de consejeros sabios que traigan salud y tranquilidad a nuestra tierra (Pr. 11:14; 1 Ti. 2:1-2) y, si aún nuestras autoridades toman el camino de la censura al pueblo de Dios, la Iglesia debe orar por fortaleza para proclamar el Evangelio pese a su gobierno (Hch. 4:29-30).

Por supuesto, incluyo, nunca está de más orar por nosotros mismos, para que seamos conscientes de que estamos bajo una autoridad delegada por Dios y así sepamos honrarlos (Ro. 13:1-2 cp. Mt. 22:21). Personalmente, es doloroso leer y escuchar comentarios insultantes y de burla en boca de aquellos que son embajadores de la paz (Stg. 3:10-12 cp. 1 Pe. 2:17), somos llamados a señalar el error y al pecador (2 Ti. 4:2-3, 5), pero jamás a ser irrespetuosos (Ro. 12:20; Gal. 6:10). Recordemos que nuestra inconformidad y eventual desobediencia civil es válida únicamente si ellos -las autoridades- se rebelan directa y abiertamente contra Dios, la Autoridad Suprema (Hch. 5:29). Ya ha sucedido y de eso también hemos hablado -incluso escribimos una carta-.

Dios [los] miró y los tuvo en cuenta…

Muchos damos por sentado que el corazón del Éxodo se halla en la revelación de Dios a Moisés (Ex. 3:2,  7-8, 14), pero permítanme proponer que, sin desprestigiar la gran profundidad teológica que estos versos implican, el corazón del Éxodo puede hallarse un poco antes, justo donde Dios decide ir en rescate de Su pueblo (Ex. 2:24-25).

Una vez que el pueblo de Israel hubo clamado por la opresión del gobierno que tenían encima, fue Dios quien los escuchó, fue Dios quien recordó su pacto con Su pueblo, fue Dios quien miró a Su pueblo y fue Dios quien decidió rescatarlos. Esa es la esperanza del mexicano -y del argentino, del colombiano, y de cualquier país-, saber que las misericordias de Dios son nuevas cada mañana y que grande es Su Fidelidad (Lam. 3:22-23). El descanso del creyente no es que llegue tal o cual gobernante, finalmente reyes van y vienen (Ec. 1:4-5; Dn. 2:21), es Dios quien permanece para siempre (He. 13:8). Pueden levantarse buenos o tiranos, benévolos o dictadores, nosotros debemos repetir en el corazón los versos de Edward Mote: «Segura mi esperanza está en la justicia de Jesús» (Sal. 18:2).

Hermanos amados, no podemos predecir el futuro. No sabemos si el gobierno entrante será de bien para la iglesia militante o no; desconocemos si sus políticas beneficiarán al Cuerpo de Cristo o no; no estamos seguros si legislarán en favor de la Causa de Cristo o no. Pero, ¿saben cuál es nuestra esperanza, tanto en esta vida como en la siguiente? Lo describe perfectamente el Catecismo de Heidelberg:

Que yo en cuerpo y alma, tanto en la vida como en la muerte, no me pertenezco a mí mismo, sino a mi fiel Salvador Jesucristo, quien con Su preciosa sangre ha hecho una satisfacción completa por todos mis pecados y me ha librado de todo el poder del diablo. Además, Él me preserva de tal forma que, sin la voluntad de mi Padre celestial, no puede caer ni un cabello de mi cabeza: sí, todas las cosas deben servir para mi salvación. Por lo tanto, mediante Su Espíritu Santo, también me asegura que tengo vida eterna y me prepara y dispone de corazón para que viva para Él, de aquí en adelante.

Amado hermano, descansa -y ora, no dejes de orar-. Tu Señor está en los Cielos. Tu Rey sigue en el Trono. Tu Dios cuida de Su pueblo y, aún si en el esta tierra hallamos aflicción, ¡confía! Él ya venció al mundo (Jn. 16:33).

Postdata: Temas necesarios, pero volvamos a la teología…

Quisiera finalmente agradecer a todos los que pacientemente han tomado lectura de nuestros últimos artículos. Bien reconocido es que somos un grupo de estudio teológico y, a la teología nos dedicamos. No obstante, los presentes hechos y polémicas que rodearon nuestro país nos llevaron a tomar la pluma y el papel en favor de exponer la postura de las Escrituras ante dichas circunstancias.

Hermanos, no olvidemos que somos diplomáticos y representantes del Reino de Dios y su agenda (la Gloria de Cristo) en la tierra, por lo que ¡claro que debemos hacer política y ser prosélitos en favor de nuestra Patria! Debemos hablar y manifestarnos en defensa de nuestro Rey, en favor de nuestra Tierra Prometida y siempre velando por el bien y prosperidad de nuestros conciudadanos en Cristo.

Dicho esto y, para la tranquilidad de muchos, con este artículo, al menos de forma temporal, marcamos una pausa a los temas políticos; siempre dejando en claro TPT volverá a alzar la voz para proclamar lo que la Escritura manda en todo aspecto y tópico que concierne al hombre cada vez que sea necesario, incluyendo la política. Opinar también es para la Gloria de Dios.

A Dios sea la Gloria.

Fuentes de Consulta.

  • Fernández, X. (2024, June 5). Claudia Sheinbaum: ¿cuál es la religión que profesa la presidenta electa de México? Prensa Libre. https://www.prensalibre.com/internacional/claudia-sheinbaum-cual-es-la-religion-que-profesa-la-presidenta-electa-de-mexico/

  • Blancarte, R. (2013). El porqué de un Estado laico. Centro de Investigaciones Interdisciplinarias en Ciencias y Humanidades, UNAM.

  • Trenchard, E., & Ruiz, A. (1994). El libro de Éxodo. Centro Evangélico de Formación Bíblica.

  • Spence-Jones, H. D. M., ed. (1909). Exodus (Vol. 1). Funk & Wagnalls Company.

  • El Catecismo de Heidelberg | Ministerios Ligonier. (n.d.). Ministerios Ligonier. https://es.ligonier.org/recursos/credos-confesiones/el-catecismo-de-heidelberg/

Alfonso I. Martínez

Estudiado en TMAI, maestro dominical y escritor académico y de ocio, Poncho decidió fundar el ministerio de "Teología Para Todos" como una apertura e introducción de la teología académica para la comunidad laica de habla hispana, sosteniendo que ésta es esencial para el cristiano que desea conocer a Dios. Se dice discípulo de John Owen.

https://twitter.com/alfonso_ima
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