Predicando pavadas II: La ‘llenura’ del Espíritu.

All we have to do now is take these lies and make them true somehow.

El proceso de exégesis de un pasaje es precioso. Sentarnos a abrir la Palabra de Dios para escucharla -sí, usé el verbo correcto, ¡léanlo de nuevo!- es algo sumamente nutriente, sagrado me atrevo a decir. Saber que Dios nos ha dejado Sus Memorias escritas es poético, Él nos habla con historias, instrucciones, cantos y poesías, proverbios y dichos de sabiduría, y todo, siempre, es un reflejo de Él mismo, de nuestro Señor Jesucristo, nuestro todo (1 Co. 15:28 cp. Gal. 2:20) siendo guiados por el Espíritu Santo al entendimiento (2 Co. 3:17). Así, escuchar la Palabra de Dios siendo expuesta fielmente, es escuchar a Dios hablando, literalmente (2 Co. 2:17b).

Lamentablemente, hay quienes pervierten esta verdadera experiencia espiritual donde la congregación de Dios guarda silencio para escuchar a su Rey hablarles. El púlpito es secuestrado por hombres -y mujeres… ya hablaremos de eso- que toman la perversa -por no decir satánica- iniciativa de privar a la iglesia de entrar en audiencia con su Señor, que priva a Dios de poder hablarle a sus feligreses, silencia al Rey de sus súbditos, separa al Novia del Novio. Éstos, fingiendo que están predicando las Escrituras, cuentan historias y experiencias, fábulas e ideas que poco -o nada- tienen que ver con la fe cristiana y que tienen el único objetivo de desviar la vista de Cristo para centrarla en ellos. Esas son las pavadas de las que hablamos en una ocasión y hoy ponemos el dedo en el renglón nuevamente.

En este particular caso, a petición de un hermano muy amado por un servidor -sé que lee esto y, aprovecho para abrazarlo a la distancia y recordarle mi amor a él y su familia- estudiamos un caso muy particular. Se trata nada más y nada menos que la embriaguez del Espíritu, este fenómeno que supone que una persona llena del Espíritu Santo actúa de una forma ‘no común’, como si el Espíritu Santo los indujera en una especie de éxtasis semi-consciente donde no controlan la totalidad de sus acciones o expresiones, y que internamente -no les miento, estas son sus palabras- ‘se siente bien… bonito’.

Para justificar sus barbaridades, utilizan una cantidad sobrehumana de textos bíblicos -fuera de contexto, claro está- y, por lo anterior, hoy nos centraremos en estudiar el más popular de todos ellos, el corazón de su doctrina, podríamos decir. Se trata de Efesios 5:18, un pasaje que, a primera vista no parece darnos detalles o medios para cumplirlos, pero que estos personajes han aprovechado hasta la última gota que puedan exprimirle al pasaje aislado -palabra clave- para seguir en sus posiciones ministeriales. Sin más, entonces, desenmascaremos esta pavada, descubramos qué es realmente la llenura del Espíritu.

El mandato malentendido.

La prohibición sobre el alcohol.

Pablo comienza el texto que estudiamos en la misiva con un mandato: No se embriaguen con vino en lo cual hay disolución (Ef. 5:18). Ahora, a menos que algún lector tenga poco tiempo profundizando en la fe cristiana, o que hayamos ignorado la carta a los Efesios totalmente durante los años en Cristo que llevamos, entonces ya nos habremos dado cuenta de que, de un libro de seis capítulos, estamos estudiando un texto del quinto capítulo, ¡necesitamos saber por qué Pablo llegó a este mandato! Lo peor que podemos hacer al estudiar un texto dentro de las Escrituras es aislarlo, ¡por el contrario! Necesitamos que las Escrituras nos expliquen a las Escrituras (Lc. 24:27; Hch. 17:11).

Efesios es una epístola sobre la unidad. Pablo, durante todo el texto nos enfatiza la unidad que la iglesia sufre -en el buen sentido de la expresión- cuando se encuentra en Cristo (Ef. 1:22, 23; 2:13, 18; 4:4, 16; 5:23, 30, 32). Y si hemos de dividir la carta en ‘doctrina y práctica’ -como muchos autores hacen-, debemos ver Efesios 1-3 como la sección doctrinal de la epístola, mientras que Efesios 4-6 es la aplicación práctica de lo aprendido. Sin embargo, cabe aclarar que esto no significa que no haya mandatos en la primera parte (Ef. 2:11), o doctrina sólida en la segunda (Ef. 4:4-10).

En el primer capítulo hallamos una doxología -una alabanza- profunda de la obra Trinitaria en la salvación de la iglesia ‘para alabanza de Su Gloria’ (Ef. 1:3-14) que resulta en Pablo pidiendo a Dios que este conocimiento sea entendido entre los efesios (Ef. 1:17-18) pues, en el segundo capítulo el apóstol San Pablo le recuerda a los efesios la gran diferencia entre lo que acaba de exponer -la Obra de Dios- con su pasada manera de vivir (Ef. 2:1–3). Esto resulta en la exposición del propósito de la salvación, ‘mostrar… las sobreabundantes riquezas de Su Gracia’ (Ef. 2:7) pues la salvación no es obra humana, sino divina (Ef. 2:8-10), algo que el apóstol no quiere que los efesios olviden (Ef. 2:11). Esto último, porque había división entre los judíos y los gentiles por cuestiones absurdas como los mandamientos de hombres, pero Pablo les -nos- recuerda que, de ‘dos pueblos’ -si es que alguna vez hubo división, guiño, guiño-, ahora solo hay uno en Cristo (Ef. 2:13-14, 18-19), pues Cristo mismo levantó a la iglesia, no sobre tablas de piedra, sino sobre cimientos de carne, siendo Él mismo la Única y Suficiente Piedra Angular (Ef. 2:20). Para prueba de lo anterior, el apóstol usa el Evangelio mismo como evidencia (Ef. 3:3-6) algo que, en palabras de San Pablo, era un misterio que fue eterno -guiño- y que únicamente se ha manifestado a plenitud (Ef. 3:9-10), finalizando así orando nuevamente por ellos (Ef. 3:16-17) poniendo en práctica su primera anotación, alabando Su Gloria (Ef. 3:20-21 cp. Ef. 1:6, 12, 14).

Con todo lo anterior, entendiendo el peso de la Obra de Dios por nosotros, San Pablo pone un “entonces” en la mesa, ¡debemos responder de algún modo al Dios que ha hecho todo esto por nosotros! En otras palabras, los -nos- llama a vivir como es digno de la vocación recibida (Ef. 4:1) y, si quedan dudas de qué significa esto, da una exposición clara de que se trata, mantener la Unidad que Dios ya trajo a nosotros en Cristo (Ef. 4:2-6) y, siendo así, ya no deben -debemos- vivir como en el mundo (Ef. 4:17), sino como este cuerpo unido a Cristo, en Cristo (Ef. 4:20). Bajo esta idea, un miembro en Cristo es siempre honesto (Ef. 4:25), es mesurado (Ef. 4:26-27), es honrado (Ef. 4:28), prudente en su habla y conducta (Ef. 4:29-32), imitador del Amor de Dios (Ef. 5:1-2), atento a la doctrina sana (Ef. 5:5-6) por lo que no participa con los incrédulos conscientemente (Ef. 5:11) y vela con cuidado y atención para tampoco hacerlo inconscientemente (Ef. 5:15).

Entonces, bajo toda esta dirección, podemos concluir que no se embriaguen es una instrucción indirectamente asociada al mandato general que es [vivir] de una manera digna de la vocación [cristiana] (Ef. 4:1), derivada de la instrucción amplia que es ya no anden así como andan también los gentiles (Ef. 4:17) y una extensión directa de la advertencia que es tengan cuidado [de] cómo andan (Ef. 5:15). Y, ¡tiene todo el sentido del mundo! ¿no es verdad? o ¿quién de nosotros, siendo cristianos, creeríamos que embriagarnos es una forma digna de vivir la vocación cristiana? ¿acaso los gentiles no se embriagan? ¿uno puede embriagarse con cuidado?

Basta con haber entendido lo anterior para poder confirmar, junto con San Pablo, que en la embriaguez -no solo con vino, sino con cualquier vicio, de hecho- genera disolución -ἀσωτία, que significa desenfreno y libertinaje, la idea conlleva perder los sentidos, la integridad y el conocimiento de los límites por lo prudente, lo sano y lo ético-, es decir, sencillamente no resuelve los problemas, rompe con la unidad en Cristo y termina en un camino decadente hacia la negación de Dios mismo (Pr. 20:1; 23:20-21, 29-35). Así, podemos concluir que, ¡palomita! Está claro que esta primera parte significa, muy literalmente, no se embriaguen ni persigan ningún tipo de vicio que los llevará a perder el dominio propio que el Espíritu Santo les da.

La llenura del Espíritu.

Llegamos entonces al punto de la controversia, el texto que hace pensar a muchos que pueden actuar como ebrios en el púlpito, reírse sin control, fingir desmayos, hablar con balbuceos sin sentido -y no me refiero a las lenguas, sobre eso hablaremos en otro momento, aquí hablo del balbuceo que los ebrios suelen hacer-, gritos descontrolados, atribuirle poderes embriagadores y de un éxtasis misterioso -aunque la expresión más exacta sería oculto- al Espíritu Santo y otras actividades que no tengo por qué describir, pues estoy seguro de que todos hemos escuchado, visto -o incluso, presenciado- a estos ‘hermanos’ que convierten la solemnidad del Espíritu Santo, el Pastor del Alma, en una bufonería de un circo barato. Nuestro pasaje continúa: sino sean llenos del Espíritu.

Observemos, por el contexto general de la aplicación del apóstol en la carta, que él mismo usa esta forma dual de comisión-omisión: ’no entristezcan… mas bien, sean amables’ (Ef. 4:30, 32), ’anden en amor… la inmoralidad… ni siquiera se mencione’ (Ef. 5:2-3), ’no sean partícipes con ellos… anden como hijos de luz’ (Ef. 5:7-8), ’examinen qué… agrada al Señor… no participen en las obras… de las tinieblas’ (Ef. 5:10-11),  ’tengan cuidado cómo andan; no como insensatos… aprovechando bien el tiempo’ (Ef. 5:15-16), ’examinen qué… agrada al Señor… no participen en las obras… de las tinieblas’ (Ef. 5:10-11), ’no sean necios… entiendan cuál es la Voluntad del Señor’ (Ef. 5:17), ’no se embriaguen con vino… sino sean llenos del Espíritu’ (Ef. 5:18). Con este sencillo ejercicio, el contexto mismo nos obsequia que Pablo está comparando acciones terrenales con el Fruto de una vida cristiana, por lo que no necesariamente se refiere a acciones que conlleven las mismas consecuencias, si somos instruidos a que nadie nos engañe no significa que debamos engañar, sino que debemos evitar dicha actitud por completo (Ef. 5:6-7). Así, el no embriagarse de vino no es equivalente a embriagarse del Espíritu, sino a abstenerse de todo aquello que quita nuestros ojos de Cristo y su Voluntad en nuestras vidas (Ef. 5:17-18).

Al mismo tiempo, el siguiente verso es clave para entender esta frase. El texto de la NBLA reza: Hablen entre ustedes con salmos, himnos y cantos espirituales, cantando y alabando con su corazón al Señor (Ef. 5:19), como si fuese una instrucción separada. No obstante, el término griego hablen -λαλοῦντες- no es realmente un imperativo, ni siquiera un indicativo, sino un participio. En otras palabras, no es el comienzo de una nueva instrucción, sino un desarrollo de la instrucción anterior.

Para entender mejor el laberinto gramatical de lo que quise decir en el párrafo anterior, una frase en español con la misma idea y que podemos usar como ejemplo puede ser ‘no lean el segundo capítulo, sino repasen el primero, leyendo y subrayando las ideas principales’. Observemos que ‘leyendo y subrayando’ sí son mandatos, pero el cumplirlos complementa la orden inicial ‘repasen el [primer capítulo]’. Así podemos entender que ser llenos del Espíritu no está tan ‘accionable-mente’ relacionado con no embriagarse como sí lo está con hablando entre [nosotros] con salmos, himnos y cantos espirituales.

Finalmente, un agente que termina por derribar los argumentos sobre el absurdo de “ser llenos del Espíritu” como un equivalente a fingir embriaguez es compararlo con el resto del Nuevo Testamento -e incluso la biblia completa-. Ser llenos del Espíritu implica necesariamente predicar el Evangelio (Hch. 2:18), es ser crucificado a las pasiones del mundo (Gal. 5:22-24), es que la Palabra de Cristo inunde nuestras mentes (Col. 3:16), es vivir en un constante ciclo de oraciones y cantos a Dios (Stg. 5:13), es edificar y ser edificado (1 Co. 14:26), es disfrutar de la Gracia Divina en su más plena y deliciosa expresión, entendiendo el misterio de la Gracia (Is. 55:1). ¿En dónde, en toda la Biblia, hay un solo caso de un hombre -o mujer- que actuó como ebrio cuando fue lleno del Espíritu? ¡Los únicos que fueron juzgados como tales fueron los apóstoles (Hch. 2:13)! Y no es que actuaran como borrachos, sino que estaban predicando locuras a la opinión de los incrédulos (Hch. 2:9-12 cp. 1 Co. 1:18, 23), estaban anunciando a Cristo y a éste crucificado (1 Co. 2:2).

Embriaguez del necio, sobriedad del piadoso.

Podemos ver, amados hermanos, que esto es absurdo. El Espíritu Santo que exige -sí, lo leyeron correctamente- orden y decencia en Su Iglesia (1 Co. 14:40) no puede ser el mismo que hace que los hombres actúen como si tuviesen varias copas de alcohol encima. ¿No es precisamente eso la disolución -descontrol- que se procura evitar (Ef. 5:18)? Las acciones de estas personas que enseñan que Cristo mandó un Espíritu que hace sentir mareos, náuseas, balbuceos, risas sinsentido y demás síntomas de una embriaguez común, realmente parecen provenir de alguien que estuvo borracho alguna vez en domingo y quiere ocultarlo fingiendo que así le habla Dios. Por más vueltas que busco para hallar una explicación a sus enseñanzas, no encuentro un motivo más lógico que éste.

Sin duda, debo hacer dos anotaciones más. En primer lugar, como lo mencionamos en nuestro estudio sobre la iglesia de Roma, no debemos ser duros y condenatorios con aquellos que están siendo engañados por ese movimiento y esas enseñanzas. Dios ha sido paciente con nosotros, debemos responder del mismo modo (1 Jn. 3:17-18 cp. Jud. 22-23). Son ciegos aún pero, nuestra labor es precisamente hacerles saber las Palabras de Cristo, a fin de que con sus ojos vean, con sus oídos oigan y con su corazón crean para la salvación; nuestra labor es hacer eco del Novio y decir «ven» para que no tomen alcohol espiritual, sino Agua de Vida (Ap. 22:17).

En segundo lugar, debemos ser muy cautelosos -no puedo ser lo suficientemente enfático aquí, asúmase el mayor énfasis posible- ¡muy cautelosos! Los maestros que enseñan estas pavadas a veces son conscientes de que están diciendo leperadas y absurdos, Dios los juzgue (Stg. 3:1). Pero hay otros que piensan que están adorando al Único Dios Verdadero, mientras están siendo controlados por un espíritu, pero que definitivamente no es el Espíritu Santo (1 Ti. 4:1). Debemos mostrarles suficiente amor para que el Evangelio los alcance. Pero bajo ningún motivo podemos compartir ni comulgar con ellos (1 Ti. 4:7), ellos predican a los demonios, nosotros predicamos a Cristo. Oremos por su salvación (1 Ti. 4:10) pero entendamos que esto no es sinónimo de darles minutos en el púlpito.

Hermanos, no dejemos que el progresismo, el postmodernismo ni el sensacionalismo envenenen la verdadera experiencia espiritual, escuchar a Dios mismo hablar por la tinta, hablarnos en el Verbo, en Cristo Jesús.

A Dios sea la Gloria.

Fuentes de Consulta.

Hernández, E. A., Lockman Foundation. (2003). Biblia de estudio: LBLA. Editorial Funacion, Casa Editoral para La Fundacion Biblica Lockman.

Aland, K., Aland, B., Karavidopoulos, J., Martini, C. M., & Metzger, B. M. (2012). Novum Testamentum Graece (28th Edition). Deutsche Bibelgesellschaft.

El Tesoro del conocimiento bíblico: Referencias bíblicas y pasajes paralelos. (2011). Logos Research Systems, Inc.

Hendriksen, W. (1984). Comentario al Nuevo Testamento: Efesios. Libros Desafio.

Moulton, J. H., & Milligan, G. (1930). En The vocabulary of the Greek Testament. Hodder and Stoughton.

Alfonso I. Martínez

Estudiado en TMAI, maestro dominical y escritor académico y de ocio, Poncho decidió fundar el ministerio de "Teología Para Todos" como una apertura e introducción de la teología académica para la comunidad laica de habla hispana, sosteniendo que ésta es esencial para el cristiano que desea conocer a Dios. Se dice discípulo de John Owen.

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