Ganamos, perdimos, ¡seguimos!
“Quiere llorar, quiere llorar…” es el texto de una imagen con el rostro de la C. Xóchitl Gálvez, candidata a la presidencia de México. Era de esperarse que, independientemente de los resultados, los votantes de la candidatura ganadora se burlaran de sus derrotados oponentes.
La victoria de un candidato es motivo de orgullo nacional para todos los que le confiaron su voto -aunque no hay nada de que estar orgullosos, en última instancia no somos nosotros, sino Dios quien quita y pone reyes (Dn. 2:21)- y en sentido contrario hay un enojo nacional en todos aquellos que dieron su voto al candidato que perdió -aunque no hay nada de que estar enojados, pues en última instancia es Dios quien quita y pone reyes, y toda la tierra ha de guardar silencio ante Su Presencia y determinación (Hab. 2:20)-.
Lo anterior no debe de sorprendernos, la elección de los representantes es un proceso democrático cíclico que polariza a la sociedad, y estaremos siendo testigos de esa polarización por años hasta que nuestro Señor vuelva. Pero entre ustedes no será así… dijo Cristo alguna vez (Mt. 20:26ss). Hay cosas que son normales en el mundo, pero no en la iglesia. Podríamos decir que la iglesia se encuentra en medio del conflicto, pero no es parte del conflicto.
Todos nosotros fuimos parte del gran evento ciudadano de ayer. La iglesia se informó y la iglesia votó, pero la iglesia no debe polarizarse, no debe dividirse y no debe pelear por estas causas partidistas. No digo que para el cristiano sea imposible influir en el mundo desde la política, pero esto, como otras cosas, depende del llamado de Dios y, sobre todo, de Su Poder que actúa aun en contra de los planes humanos (cp. 1 Sa. 17:45). Muchos citan a Daniel o a José para hacer llamados partidistas y se olvidan que ni José ni Daniel se levantaron a ellos mismos; ¡Dios los puso ahí! -podríamos argumentar que inclusive fue en contra de su voluntad- y llegaron a ocupar cargos políticos en contra de sus propios deseos personales. Además, estos hombres jamás comprometieron sus principios espirituales para vestir una camiseta de movimiento partidista (Dn. 1:11-13). Por tanto, el argumento de los danieles y los josés es invalido, aún risible en la mayoría de las ocasiones.
De acuerdo a la Real Academia de la Lengua Española, el partidismo político se define así: Adhesión o sometimiento a las opiniones de un partido con preferencia a los intereses generales. Bajo esta definición, hoy en México no se puede ser un ‘cristiano partidista’, ultimadamente porque no existe una alternativa moral que asegure nuestras libertades religiosas o vele por nuestros principios humanos elementales -desde una perspectiva cristiana, claro está- como para someter nuestra convicción y opiniones a ellos.
Hace poco supe de un sacerdote católico que abiertamente invitó a su congregación a no votar por uno de los partidos en contienda. Yo pregunto ¿votar por el otro partido es cristiano? ¿Podemos atar la conciencia de una persona a nuestras preferencias políticas? Ser partidista politico en estos tiempos es más grave que solamente cometer ‘proselitismo ilícito’, es una inconsistencia espiritual y moral, constituyendo un delito no delante de un tribunal electoral, sino delante del Tribunal de Cristo. Aunque tener una preferencia política es razonable y respetable… ser un partidista cristiano es una inconsistencia espiritual.
Cuando el ciudadano mexicano votó el domingo, votó por personajes que aceptan las agendas globalistas de aborto, cultura homosexual y transgénero, feminismo radical y financiado. Votó por personajes que están involucrados en casos de corrupción y que tienen nexos de alguna manera con el crimen organizado. Como lo leímos en un artículo anterior, no hay uno de ellos libre de pecado (Ro. 3:10-18) y aun así tienen el atrevimiento de arrojarle piedras al contrincante. Y por si fuera poco, dan piedras a sus partidarios para que arrojen también a su projimo e incluso a la ciudadanía misma.
Pero entre ustedes no será así…
Los cristianos tenemos algo mucho mas grande por lo cual debemos luchar, y tenemos armas espirituales para militar con firmeza. Nosotros no peleamos como pelea el mundo, no militamos según la carne y no militamos por deleites y goces que pasan. Honramos nuestra bandera mexicana, pero nos debemos a la bandera de Cristo. Yo milito por Jesús y no importa quien gobierne en este mundo; este mundo pasa y sus deseos, pero el Dios nuestro permanece para siempre (1 Jn. 2:17). Yo milito por un reino universal, conformado por personas de toda tribu, lengua y nación (Ap. 5:9-10). Un reino eterno donde yo no escogí a mi gobernante, sino que Él me escogió a mí (Ef. 2:4-5).
Tu destino con el dedo de Dios se escribió. Así reza nuestro precioso e imponente himno. ¡Eso es verdad! Dios ha escogido el destino de México, Él determinó el resultado de las elecciones, y las próximas están igualmente por Él escritas.
Hermano, ¡somete tu vida a Dios! porque, con el mismo dedo con que escribió el destino de México, escribió el destino de la humanidad, tu destino.
El destino es este: Antes, si no os arrepentís, pereceréis igualmente (Lc. 13:3). Cree en el evangelio y proclámalo. Salva a las personas del juicio venidero al proclamarles la Verdad de Su Palabra, no las mentiras de los candidatos y políticos.
Mucha gente escuchaba los debates presidenciales y quedaba confundida. Es un gran consuelo para el cristiano saber a quién oír. En medio de todo proceso electoral y aún del ambiente político nacional se siguen abriendo los cielos sobre nosotros y una Voz sigue diciendo desde ahí: ESTE ES MI HIJO AMADO: A ÉL OÍD (Mt. 3:17). El Gran Monarca habla hoy, y está esperando que este país lo escuche a Él (He. 4:7, 12).
Iglesia de Cristo: ¡No se peleen! ¡No se burlen! ¡No se sientan orgullosos! ¡No se frustren! ¡No se sientan desesperanzados! y ¡no celebren demasiado las victorias terrenales de sus candidatos preferidos! Los creyentes tenemos los pies en la tierra y, como buenos ciudadanos participamos prudentemente en algunos asuntos terrenales (Ro. 13:7), pero nuestro corazón y compromiso esta en el cielo (Col. 3:1-4) y como ciudadanos de la Sion Celestial (Fil. 3:20) debemos alabar siempre a Aquél que reina sobre todo y sobre todos, y así tener paz con Él y entre nosotros (Ro. 5:1; 12:18).
Si estás feliz por que gano tu candidato, no lo estes tanto. Su gobierno es temporal y no es la solución definitiva a los problemas del país. Si estás triste por que no ganó tu candidato, no lo estés tanto, su gobierno es temporal y aún si hubiera ganado el tuyo terminarías comprobando que tampoco era la solución a los problemas del país.
El país -pues esto no solo aplica a México- va a cambiar cuando el corazón de los ciudadanos sea transformado, y hasta donde sé, solo el Evangelio transforma ciudadanos y hace posible que el que robaba no robe más y el que mentía no mienta más (Ef. 4:28-30). Decía John Stott, predicador del reino de Dios, que ‘la sociedad es moldeada desde los púlpitos’. Decía Jesús de Nazaret: ‘ustedes son la luz del mundo [y]… la sal de la tierra’ (Mt. 5:13-14).
Que el Espíritu Santo de poder a Su pueblo para hacer aquello que nadie mas puede hacer, y proclamar el mensaje que solo éste puede proclamar. PORQUE TENEMOS UN GRAN TESORO EN VASIJAS DE BARRO (2 Co. 4:7) y, les aseguro, hermanos queridos, ningún partido político, ningún gobierno y ninguna monarquía de linaje humano podrá tenerlo jamás. NOSOTROS PROCLAMAMOS A CRISTO Y A ESTE CRUCIFICADO (1 Co. 2:2), y lo proclamamos en nuestro México, sin importar quien porte la banda presidencial. Nuestra misión, como nuestro Dios, sigue siendo igual. Nuestro mensaje no son las noticias sobre la silla presidencial, sino la Noticia del Trono de Gracia; nuestros ojos no están sobre Palacio Nacional, sino sobre la Nueva Jerusalén (Ap. 21:1-2).
Así que si en estas elecciones ganamos o perdimos, ¡no es importante! Porque en la Elección improtante -donde Cristo nos escogió a nosotros (Jn. 15:16)- ya hemos vencido (Ap. 12:10-11). ¡Firmes y adelante, huestes de la fe; sin temor alguno, que Jesús nos ve!