Un Dios Bueno (y Justo) en un mundo malo.
Las expresiones «Dios no es bueno» o «Dios permite que le pasen cosas malas a gente buena», en mi opinión, son totalmente absurdas y contradictorias. Pensar que Dios es un Ser Perfecto, Soberano, Omnisciente y, aún así pensar que en Él no hay Bondad y Clemencia, es suicidio intelectual.
“Pero, Poncho”, podrán refutar, “entonces, ¿por qué la gente muere, tiene enfermedades terminales o hay desastres naturales?”. Si bien, la respuesta completa conlleva meditar profundamente en la Mente de Dios más allá de la extensión de este artículo (Dt. 29:29; Job 40:6-9; 42:3; Ro. 11:33-34), sí que podemos rescatar una razón muy válida en las Escrituras.
El segundo versículo de Miqueas (Miq. 1:2), las primeras palabras del Señor, rezan «Oigan, pueblos todos, escucha, tierra y cuanto hay en ti; Sea el Señor Dios testigo contra ustedes, el Señor desde Su santo templo» y, por más que parecen algo terriblemente condenatorio, en realidad deben ser vistas como un tremendo acto de Misericordia y Bondad, observémoslo con detenimiento para darnos cuenta que, no es un significado oculto, simplemente no lo hemos leído lo suficiente; aquí hallamos tres muestras de la Bondad de Dios en medio del mundo errado.
Un Dios Bueno advierte del Juicio.
«Oigan, pueblos todos. Escucha tierra y cuanto hay en ti»
«Oigan» (שִׁמְעוּ֙) es una expresión única entre los profetas menores. Si bien, el mismo término se usa en Joel (Jo. 1:2) y es muchas veces traducido como «escuchen» -unas trescientas cinco veces, dependiendo de nuestra traducción de las Escrituras-, la particularidad de Miqueas es que su uso es convocatorio, mientras que Joel es acusatorio. En otras palabras, Joel es una apelación ‘personal’ al pueblo de Dios al arrepentimiento, mientras que Miqueas es una audiencia pública que sirve de ejemplo para todas las naciones. Es como si fuésemos llamados al juicio, pero no como los acusados, sino el público observador.
Si buscamos en profecías similares, hallaremos que la idea en el ‘oigan’ y ‘escucha’ de Miqueas tiene los mismos tonos que la profecía de Micaías (1 Re. 22:28) y de Isaías (Is. 1:2). Entonces, estas expresiones conllevan un llamado a escuchar el Juicio de Dios, ¡a escucharlo! El Señor está deteniendo las labores del universo, está extendiendo la convocatoria a «[todos los] pueblos» a ser testigos del Juicio que tomará lugar en los siguientes capítulos. Al mismo tiempo, debemos concluir que esta frase pone a todo ser humano delante del mallete divino, pues el Señor ha dado la instrucción de escucharle hablar y, como respuesta, actuar en consecuencia. Así pues, quienes no obedecen a Dios, no es que no hayan escuchado, sino que no quisieron escuchar de modo que «no tienen excusa» (Ro. 1:20).
Por cierto, no debe pasar inadvertido que el texto dice «pueblos todos» (עַמִּ֣ים כֻּלָּ֔ם). Esto incluye a todo el mundo, creyentes e incrédulos, israelitas y no israelitas. Es decir, es un llamado de Dios a cada habitante en la tierra. Y, ¿por qué hacer énfasis en esto? Bien, porque se debe romper con la falacia teológica de que Dios solo tuvo interés en Israel durante el Antiguo Testamento.
Dios escogió a Israel como ‘Su Pueblo’, de eso no hay duda alguna (Ex. 19:6; Dt. 7:6-8; 14:2; Sal. 105:6; 135:4; Is. 41:8-9), las Escrituras dejan claro que esta elección fue para que ellos mismos llevaran a las demás naciones a Él por medio del ejemplo de la obediencia y la devoción a Su Ser (Ex. 19:3-6), tanto que hallamos entre sus filas a gentiles y extranjeros (Ex. 12:48-49; Num. 15:14-16; 1 Re. 8:41-43; Is. 56:6-8) y, aún en el linaje dorado que conduce a nuestro Salvador Jesucristo hallamos a una mujer gentil (Mt. 1:5). El llamado de Dios no es a los judíos, sino que fue por medio de los judíos, a todos los pueblos (Jn. 4:22-23).
Hasta ahora, todo parece que sigue siendo una muestra de la severidad y dureza de Dios. Sin embargo, el cristiano sabe que, en realidad, esto nos revela la Misericordia y Paciencia de Dios, quien no ejecuta el Juicio en todos directamente y sin aviso, sino que aún sus actuales oficios son presentados como ejemplos a nosotros para temerle y obedecerle, de otro modo, ¿a quién se dirigen todos los llamados al arrepentimiento en el Apocalipsis? (cp. Ap. 2:5, 16, 21; 3:3, 19; 6:11; 7:3; 9:20; 10:11; 11:3-4).
Pensémoslo por un momento. Si Dios quisiese haber ejecutado su Juicio Santo y Perfecto durante la madrugada del día de hoy, ¿quién de nosotros seguiría vivo para registrarlo en algún libro? ¿quién guardaría testimonio de cómo fue? Aún más ¿quiénes lo estudiarían o a quiénes se podría transmitir esta información? ¿quién estaría leyendo este artículo? ¡Exacto! ¡Nadie! Es por mera Misericordia Divina, Paciencia a nuestros pecados y Amor por su Creación, que Dios aún no nos ha destruido, ¡Grande es Su Fidelidad! (Lam. 3:22) ¡Aún más! A pesar de que merecemos el Juicio, Él ha provisto una salida desde hace dos mil años para que escapemos del Juicio que Miqueas advierte, ¡Cristo! (Mt. 4:17).
Un Dios Bueno emula el Juicio.
«Sea el Señor Dios testigo contra ustedes»
En un primer momento, podríamos imaginar que con «ustedes» (ָכֶם֙) Dios está señalando a los pueblos y habitantes de la tierra; sin embargo, el contexto del capítulo aclara que, en realidad, es al pueblo étnico de Israel en particular al que se refiere (Miq. 1:1, 5-6, 9-10, 15).
Como cristianos, sabemos que el Juicio Final de Dios es infinitamente más severo que un exilio a Babilonia por setenta años (Ap. 20:11-15), por lo que entendemos que este periodo que Israel atraviesa no es sino una sombra o símbolo de la verdadera perdición del que no cree a Dios ni le obedece (Jn. 3:18). Es decir, este periodo sirve como ejemplo para todos aquellos que quisieran escuchar -incluidos los israelitas que lo viviría en carne propia- de que el Dios Vivo y Verdadero está contra el pecado y el pecador (Sal. 5:5; 11:5), que su Juicio está pronto a venir (Ap. 1:3b) y que sólo Él puede proveer la salvación (Hab. 2:18-20). En otras palabras, esta sola frase debe recordarnos las bellas palabras de Jesucristo al examinar a su Iglesia “el que tiene oídos para oír, que oiga” (Mt. 11:15; 13:9; Ap. 2:7, 11, 17, 29; 3:6, 13, 22). Así, la enseñanza es clara, ¡Dios es Bueno!
Nuevamente, esto revela el carácter misericordioso de nuestro Señor, quien sabiendo que nosotros como humanidad hemos caído delante de Él, nos ha presentado a Israel como ejemplo de las consecuencias de pecar contra Él a fin de no caer en el mismo error (Eze. 39:21-24; Ro. 11:17-21; He. 4:9, 11) y ser salvos hoy (2 Co. 6:2).
Por otro lado, si nos centramos en los términos históricos de Miqueas, su implicación teológica es todavía más profunda pues, ¿no era el pueblo de Judá el que se jactaba en ese momento de estar al amparo del Dios Vivo y Verdadero (2 Re. 18:22; 19:3-4, 14)? Ahora, ese mismo Dios que, ellos juraban estaba en su defensa, ahora se presentaba en su contra. Y la enseñanza, entonces incrementa en la vida del cristiano pues, debemos examinar nuestras vidas para estar seguros de que estamos en Cristo, no sea que ahora nosotros sirvamos de ejemplo, escuchando las terribles palabras del Salvador que, ese día será Verdugo (Mt. 25:44-46).
Un Dios Bueno ejecuta(rá) el Juicio.
«El Señor desde su Santo Templo»
La mención del Templo no debe confundirse con el templo físico que Acaz profanó. Por el contrario, el Santo Templo anuncia la idea de la Presencia plena del Señor, el esplendor de toda su Majestad delante de los anunciados. Habacuc tiene una mención similar cuando cierra la profecía contra Babilonia, trayendo a todos delante de Dios y guardando silencio para escucharlo decretar juicio (Hab. 2:19-20).
La imagen es preciosa, y cierra nuestra reflexión sobre la Bondad de Dios pues, ¿qué Dios que se haga llamar «Bueno» dejaría a su creación hundida en su propia maldad por la eternidad? Ese no es un ‘Dios Bueno’, sino descortés, indiferente, injusto, malo, prepotente y desconsiderado. Pero nuestro Dios, el Dios Vivo y Verdadero, ha prometido que esto no será así, Él traerá justicia al mundo que lo ha ofendido, y sus hijos rescatados (Zac. 3:2b; 1 Jn. 3:1) cantaremos que Él es Bueno, «porque Sus juicios son verdaderos y justos».
¿Cómo entenderlo mejor? Bueno, si amamos la vida, estaremos en contra del aborto; si amamos la salud, estaremos en contra del uso de drogas y narcóticos nocivos a la salud; si amamos a nuestra familia, desearemos justicia si los ofenden, ¡y lo mismo sucede con nuestro Dios! El mundo, con sus palabras y acciones, ha ofendido inexcusablemente a Dios (Gn. 39:9; Sal. 51:4; Ro. 3:23) y, dado que le amamos, sabemos que es bueno que se haga Justicia en Su Favor.
La enseñanza, entonces, es que nuestro Dios no simplemente menciona estas palabras para que ‘aprendamos a ser buenas personas’, sino que, principalmente, podamos reconocer que «nadie es bueno, sino sólo uno, Dios» (Mr. 10:18).
No hay ‘buenas personas’…
Las expresiones «Dios no es bueno» o «Dios permite que le pasen cosas malas a gente buena», ¿siguen teniendo sentido ahora? ¿Seguiremos creyendo que Dios, por alguna razón cósmica, permite que cosas malas me pasen a mí, una buena persona?
Somos afortunados de poder leer Miqueas y ver a Dios emulando sus Juicios en casos ajenos pues, por medio del ejemplo ajeno, Dios espera en ti y en mi, el arrepentimiento propio. Vayamos hoy delante de nuestro Señor, oigamos y escuchemos lo que Él tiene que decir, observemos que Él está en contra de todos los pecadores y, delante de su Santo Templo, roguemos misericordia. Sea el Señor Bueno con nosotros.
A Dios sea la Gloria.
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Fuentes de Consulta.
Jamieson, R., Fausset, A. R., & Brown, D. (2003). Comentario exegético y explicativo de la Biblia - tomo 1: El Antiguo Testamento. Casa Bautista de Publicaciones.
Gillis, C. (1991). El Antiguo Testamento: Un Comentario Sobre Su Historia y Literatura, Tomos I-V. Casa Bautista De Publicaciones.
Tait, A. J. (1916). The Prophecy of Micah (J. Adams, Ed.). T. & T. Clark.
Newcome, W. (1809). An Attempt towards an Improved Version, a Metrical Arrangement, and an Explanation of the Twelve Minor Prophets: Commentary. B. Boothroyd; F. Burditt.